En agosto del 2013, mis amigas Sara, Ana y yo, buscábamos un destino para quitarnos el calor y el agobio de la ciudad, al menos durante una semana.
Mirando las compañías aéreas, y como siempre, buscando un presupuesto lo más ajustado posible, encontramos unos billetes a Alghero (Cerdeña) por 50 euros ida y vuelta, y nos lanzamos rápidamente (solo quedaban tres plazas en el avión!) a por ellos.
A falta de tres semanas para el viaje, compramos la guía de lonely planet de la isla para hacernos un poco con la zona, el transporte y los lugares más emblemáticos. Poco después, Sara nos dió la noticia de que no le habían concedido la semana de vacaciones, así que Ana y yo seguimos con los preparativos solitas.
La compañía con la que íbamos a volar era Ryan air, que cómo ya sabemos, tienen unas medidas muy ajustadas en cuanto al equipaje de mano y las facturaciones (que hay que pagar aparte).
Decidimos llevarnos una mochila cada una con lo necesario para pasar una semana durmiendo en la tienda de campaña, con lo que algo indispensable era la propia tienda, los sacos para dormir y la esterilla (que al final no llevamos y terminamos comprando colchonetas de agua para que hicieran la misma función)
El sábado 3 de agosto cogimos el coche rumbo a Girona, desde donde salía nuestro vuelo y después de meternos por pueblos perdidos y de conducir cinco horas y media, ¡llegamos a Girona!
Aparcamos el coche. Buscamos la parada del autobús. Y rumbo al aeropuerto. ¡Las doce de la noche!
Esperando en el aeropuerto de Girona |
Intentamos dormir un poquito para estar mejor al día siguiente y a primera hora de la mañana salía el avión rumbo a Alghero.
Nuestra idea de viaje era gastar lo mínimo, ver el máximo, y con algún que otro sacrificio, lo conseguimos.
La ruta que hicimos fue la siguiente:
Primer día: Santa Teresa de Gallura y Capo Testa
Antes de salir de España ya nos habían ofrecido un coche a Olbia, la otra punta de Cerdeña, gratis! Y así fue, llegamos, ambiente empalagoso como en la costa del mediterráneo, y el hijo de una pareja encantadora estaba esperándonos con el coche.
Llegamos a Olbia pasado el medio día, fuimos al puerto y cogimos un autobús a Santa Teresa de Gallura, dónde queríamos pasar un par de días para visitar el Capo Testa (del que tuvimos unas recomendaciones muy lindas).
Llegamos a Santa Teresa y después de un día entero de aquí para allá, nos fuimos a dar un chapuzón! El agua...cristalina...limpia...la arena fina, el sol... ¡que maravilla de lugar!
Pero pronto se iba a hacer de noche, y al ir con la tienda de campaña teníamos que buscar un lugar dónde dormir. Nos dirigimos a Capo Testa.
Cuando llegamos, era el momento perfecto para sacar la cámara y disfrutar de una increíble puesta de sol. Ya sabíamos donde íbamos a dormir.
Ana y el Sol |
Ana y el Sol |
Nuestra primera casa |
Segundo día: La Marmorata
Nuestro segundo día en la isla lo dedicamos a la playa, bueno, a eso y a buscar mi bolso con tarjetas, carnet y móvil, que había perdido el día anterior. Aún sigue habiendo gente buena en este mundo y lo habían recogido y dejado en un hotel al otro lado de Santa Teresa de Gallura, lo que nos hizo ir hasta allí y disfrutar de un maravilloso día de playa.
Cala en capo testa |
Cala en capo testa |
Cogimos el autobús desde Capo Testa a Santa Teresa de Gallura hasta La Marmorata, un complejo hotelero con un pequeño pueblecito al lado, donde se encontraba mi bolsito.
¡Vaya paliza de viaje!
Aunque como todo tiene su recompensa...pasamos uno de los mejores días en la isla, tumbadas en una cala solitas. Lo mejor, el sendero que se recorre por la orilla del acantilado entre arboles y vegetación; al otro lado, más y más calas, donde terminamos montando la tienda y durmiendo.
Barcos en la Marmorata |
Cala en la Marmoratina |
Con la puesta de Sol |
Nuestra segunda casa |
Ana antes de dormir |
Tercer y cuarto día: La Madalena
Nuestro tercer día en la isla lo pasamos camino a la Isla de la Madalena, un destino que es muy común y turístico, que a pesar de ser un Parque Natural, nos decepcionó un poco.
Desde Santa Teresa de Gallura fuimos en autobús hasta Palau, desde dónde cogimos un ferry a la abarrotada isla.
Ferry a la isla |
Las vistas desde el ferry |
Antes de coger el ferry, probamos la Ichnusa, cerveza italiana |
El pueblo en sí es precioso; el clima mediterráneo hace que la vegetación sea muy parecida a la de la costa española y el conjunto de playas es espectacular. El mayor problema con el que nos encontramos es que al haber tanta gente, las playas más turísticas son las que se mantienen limpias, pero cuando te sales de éstas, encuentras calas llenas de basuras y de restos como bidones, ropa, plásticos y materiales que ni siquiera sabíamos de donde venían.
Las calles de la Madalena |
Calles de la Madalena |
Ana paseando por las calles |
La primera noche la pasamos en un camping, puesto que queríamos visitar muchos sitios y con las mochilas era un poco agobiante, la segunda noche dormimos en unas dunas con una vista increíble que un chico de la zona nos mostró muy amablemente.
Atardecer en la playa |
Nuestra cuarta casa frente al mar |
Flor de las dunas |
Las excursiones por las islas de alrededor prometían ser espectacularmente lindas, pero al mismo tiempo se salían de nuestro presupuesto. No se puede parar en las playas y únicamente te ofrecen el paseo en barco y las increíbles vistas, asi que decidimos no hacerlo.
Quinto día: Nuoro y Cala Gonone
El quinto día nos levantamos y nos dirigimos de nuevo con el ferry a Palau, punto de entrada y salida de la Isla de la Madalena, desde dónde cogíamos de nuevo un autobús a Olbia para llegar después hasta Nuoro.
¡Otro día de autobús!
En Nuoro solo disponíamos de un rato, el justo para comprar fruta y cena para la noche, ya que nuestro autobús a Cala Gonone salía en unas horas. No obstante, el pueblo no nos agradó y se notaba que no llegaba tanto turismo como a otros pueblos; el clima ya era diferente, hacía más frío, y aun así fue agradable bajar un ratín de la nube de glamour que se movía en el resto de la isla. Un poco de normalidad.
Ana en el autobús |
Rincones de Nuoro |
Iglesia de Nuoro y Ana |
Teníamos muchas ganas de llegar a la costa este de la isla, y de haberlo sabido antes, hubieramos dedicado más tiempo a esta zona. No hay tanta gente y Dorgali y los pueblos de alrededor son increiblemente mágicos, típico pueblo italiano en la montaña.
Sexto día: Cala Gonone y Sassari
Dormimos en un caminito al lado de la playa. Llovía un poco pero al día siguiente salió el sol y aprovechamos un magnífico día de playa.
Nuestra última casita en la tienda de campaña |
Cala Gonone |
El pueblo de Cala Gonone nos encantó. Comimos en un restaurante ( la segunda comida en restaurante que comíamos) y todo nos supo a gloria; todo menos el servicio, que después de unas cuantas quejas parece que entraron en razón y nos atendieron correctamente.
Ana en Cala Gonone |
Cala Gonone y el Golfo de Orosei |
Como no teníamos opción a coger un autobús al día siguiente, ya que los sábados no hay autobús hasta la ciudad de Nuoro, tuvimos que salir el mismo día hacia Nuoro, Sassari y finalmente Alghero, desde donde salía el domingo el avión de vuelta a Girona.
La visita a Sassari, además de rápida, fue gratificante. Un pueblo muy bonito, con las calles empedradas y una iglesia espectacular. Todo un pueblo del medievo excelentemente cuidado.
Calles de Sassari |
Iglesia de Sassari |
Llegamos a última hora de la tarde al aeropuerto de Alghero, ya que para seguir recortando gastos queríamos dormir en él. Nuestra sorpresa fue cuando a las 11 de la noche nos avisaron de que el aeropuerto iba a permanecer cerrado desde las 12 hasta las 4 de la mañana, así que con todo montado para dormir, tuvimos que recoger y salir al cesped, dónde tampoco dormimos mal.
Séptimo día y última noche en Cerdeña
Nos despertamos a primera hora de la mañana y nos dirigimos con las mochilas a la ciudad de Alghero. Allí queríamos hacer, entre otras cosas, la visita a la gruta di nettuno, la cual después del viaje en autobús hasta el lugar en cuestión, nos dijeron que estaba cerrada por el fuerte oleaje.
Nos pusimos las mochilas a la espalda y decidimos bajar andando toda la carretera, llegando así a un lugar precioso, con un acantilado increíble al mar.
Bajando desde la gruta di Nettuno |
Vistas a la costa |
Acantilado y Anica |
Ojo no te caigas! |
Una vez en Alghero nos relajamos un rato en la playa, otra vez y aún en la ciudad, agua cristalina y mucha, mucha gente. Recorrimos la parte más antigua de la ciudad. Calles medievales, pequeños comercios para turistas y muchos restaurantes. Un lugar mágico.
Por la noche cogimos el autobús al aeropuerto, que después de varias confusiones tuvo que ser un taxi, y volvimos a montar el campamento en el cesped.
Última noche en la isla. Calor, humedad y cansancio, pero con toda una experiencia gratificante que poco a poco nos había enamorado.
Al día siguiente cogimos el avión y volvimos a Girona, y ya en el coche, regresamos a Zaragoza con muchas ganas de volver y recorrer toda la costa este de Cerdeña, la zona del golfo de Orosei que no habíamos podido disfrutar todo lo que hubieramos querido.
Anica y yo. Volveremos Cerdeña! |
¡Volveremos Cerdeña!
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